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En el
dique, Nicolás, Niko, Lucas y Mauro miraron al cielo, soltando una andanada de
referencias nerd ante la explosión nuclear en miniatura. Aunque entretenidos
discutiendo sobre las probabilidades de ser aplastados por un fragmento y la
posibilidad de haber destruido una nave extraterrestre en misión de paz -y las consecuencias
de esto- ni Nicolás ni Mauro podían sacudirse una horrible sensación de aprensión.
En el
Portal, el Último se agitaba ansiosamente, impulsado por una sensación que no provenía
de ninguno de sus múltiples órganos sensoriales. Estaba comenzando El Evento,
que, nefasto como era, era necesario para el ascenso del Elegido. Sólo era
cuestión de tiempo.
En el salón
de costura de su casa, Elvio soltó un bostezo mientras en la pantalla, la transmisión
de la Operación
Wormwood se cargaba con exasperante lentitud. Para ser el
hecho científico del siglo, la cobertura era malísima, incluso indigna.
Resignado a tener que ver las repeticiones, se levantó, apagó la pc y revisó
las puertas para asegurarse de que estuvieran cerradas. Afuera, sus perros dormían.
En frente
del hospital Marcial Quiroga, dos delincuentes que jamás volverían a prisión
tomaban coraje del pico de un tetra brik, so pretexto de festejar su futuro éxito.
Mirando el cielo entre las nubes del paco y el vino, decidieron que era luz
brillante era el visto bueno de Dios para la misión que iban a acometer.
Revisaron las armas que llevaban encima y se aproximaron a la entrada de la Guardia.
En su casa
del barrio Universitario, Santiago sacudía su blonda cabellera al son de Die
Antwoorten, mientras su hermano Fabrizio hacía inútiles esfuerzos para hacerse oír
por sobre la música para despedirse. Resignado al fracaso, Fabrizio revisó el
fondo, donde la perra de la familia ladraba incesantemente. Para su desazón, había
más excrementos de rata que el día anterior. Habría que hacer algo. Maldiciendo
la inutilidad de la gata y la estupidez de su hermano, salió a la noche sin
mirar atrás.
En el
Control de Misión de la NASA ,
mientras todos celebraban el impacto de la pequeña ojiva que había destruido el
meteorito, el doctor Conrad se inclinó sobre un monitor con la helada sensación
de haber descubierto un error de cálculo. Al parecer, había un error en el cálculo
de la dispersión... error que sólo podía haberse dado a tal escala si antes se
hubiera cometido un error analizando la velocidad, la trayectoria o... la
composición. Si el error se hubiera dado en las dos primeras, el proyectil jamás
hubiese impactado. Con el irracional presentimiento de haber condenado a la
humanidad, el doctor Conrad llamó a sus asistentes.
Y a miles
de kilómetros de altura, con su corteza violentamente partida por el impacto
del arma humana, la cosa que llamaban YTR-14N se partió en dos, liberando la
condenación absoluta sobre la humanidad.